De estos días raros, largos e inciertos, descubres que hay algo más dentro del modo automático en el que vives.
De aquellos días en los que te levantas, sales y compartes de forma rápida ya no queda nada porque lo que hoy importa es vivir de esas pequeñeces que en un día normal no te detienes a disfrutar.
Aquí lo próximo no existe y aprender a disfrutar tal cual el momento, es el reto.
Valoras los espacios, tus espacios y sus espacios.
Las prioridades cambian y no porque lo desees si no porque para continuar será necesario.
Descubres gustos por cosas que no te habías dado la oportunidad de probar por el mismo afán.
Los pequeños detalles que por ahí te encuentras olvidados, son cura para el alma.
Los recuerdos llegan, porque en estos tiempos toca atender lo que no se había atendido.
El silencio ya no es calma, es una angustia colectiva y los aplausos son el himno que suena a la misma hora cada día como sinónimo que estamos agradecidos por quienes enfrentan esta batalla.
El llanto se vuelve lo normal, los gritos son esa frustración con ganas de querer salir y las risas a lo lejos es lo que más se extraña tener cerca, que irónico todo.
Empiezas a sentirte conectado con los de lejos y te das cuenta que te queda faltando ese beso y ese abrazo.
Estos tiempos te hacen apreciar los encuentros, las conexiones reales esas que te recrean una parte de ti y que tantas veces dejas pasar.
De esto todavía hay mucho para aprender, por ahora date cuenta que no es un alejamiento, no es un encierro, es un espacio y un tiempo que sin querer toca asumir para darse cuenta que aun siendo libres no somos libres.
Con cariño Jules!
Ph: @Carolineredhead